Era pequeña; pero conocía el dolor, el miedo, el llanto... también el amor, la risa, la alegría...
Me dijeron que existía Dios; aunque no se pudiera ver, estaba pendiente de todos nosotros.
Y tenían razón: tú, mi abuela, eres todavía mi dios: estuviste pendiente de todos nosotros, cada día, pudieras o no. Nos quisiste hasta dar la vida...
Y siempre serás mi dios, estés donde estés...
Y te quiero.
Y te pido perdón si te fallé alguna vez.
Y te pido que me esperes en algún lugar... quizás en el umbral de esa puerta...
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